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SUMA DE LETRAS

A ESTE LADO DE LA CRISIS

A ESTE LADO DE LA CRISIS

 

No sé si existe un lugar ajeno al caos que parece regir el planeta, o si alguien es inmune a los zarpazos que la crisis deja a diario en la piel quebradiza y frágil de nuestra sociedad. Es tanta la saturación de malas noticias que a diario alimentan nuestros miedos que resulta difícil imaginar un escenario feliz poblado por gente indolente, o simplemente inconsciente del óxido que amenaza con derrumbar la techumbre de bienestar que hasta ahora parecía albergarnos.

 

Pero cabe preguntarse si todos asistimos por igual a este escenario de la confusión.

 

Quienes no somos políticos, ni economistas, ni basamos nuestro trabajo en la ingeniería financiera estamos a este lado de la crisis, un paso más cerca de la indiferencia y el hartazgo que los primeros, pero inexorablemente sometidos a sus caprichos. Contemplamos, padecemos y nos resignamos a una situación que supera nuestra capacidad de comprensión y que tampoco vislumbra un horizonte esperanzador.

 

A este lado de la crisis no hay demasiada opción para el optimismo, quizás porque la lejanía respecto de todos aquellos que deciden nos hace tener una visión más global del conjunto. Quizás se nos escape el detalle, la cifra concreta o la magnitud exacta, pero aún así se contempla un paisaje que invita a cerrar los ojos y mirar para otro lado con una mueca de decepción.

 

Entre todos los mensajes desalentadores uno espera encontrar una voz autorizada capaz de infundir sosiego, de transmitir un mínimo de racionalidad y de llamar a las cosas por su nombre. Si la estupidez de unos y la ambición de otros ha llevado a cuestionar en pocos meses el modelo de sociedad en que vivimos, es que ese modelo y esa sociedad tienes problemas más serios que el de las cuentas publicas de sus Gobiernos.

 

Se nos habla de crisis económica, de crisis de confianza, pero siempre desde el criterio contable de quién administra remesas de dinero millonarias. Sin embargo, existe otra crisis de confianza que rara vez se menciona y que resulta más dañina: la que sufre el ciudadano medio respecto de quienes nos gobiernan, especialmente cuando quienes gobiernan no son siempre los que deciden.

 

Si existe una crisis financiera no es menos cierto que ésta convive con una crisis política en la que el poder se diluye en los canales financieros con el mismo secretismo con que sus inversiones asientan o hunden economías. Y esa tormenta perfecta que conjugan las reglas poderosas del mercado y la debilidad de los poderes políticos amenaza con arrastrar en su torbellino el estado del bienestar y derechos sociales que creíamos irrenunciables.

 

Y al final, cuando los ecos de la tormenta pasen, a este lado de la crisis seremos un poco más pobres, más débiles y más vulnerables, victimas de una crisis económica provocada artificialmente, de una crisis política que desdibuja la auténtica soberanía y de una crisis social impuesta con fórceps.

 

 

Quizá, cuando todo pase, entre el remolino de lodo que provoque la tormenta aún subsista la voluntad necesaria para no cegarnos de nuevo y detectar la crisis nodriza que nutre a las demás: la crisis de valores, o moral, o ética o simplemente de sentido común. La misma que se resume en un solo mandamiento: adorarás al PIB por encima de todas las cosas.

 

De momento a este lado de la crisis sólo se oye un eco colectivo: Amén.   

 

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