EL DESIERTO DE SAL
Hernán Rivera Letelier ha ganado el último premio Alfaguara con la novela “El arte de la resurrección”. Sólo he leído de ella alguna reseña y la entrevista con el autor que hoy publica “El País”. Relata sus experiencias como trabajador de una mina de salitre en el desierto chileno de Atacama durante treinta años.
El desierto de Atacama al norte de Chile pasa por ser uno de los más inhóspitos del mundo, y las minas de salitre y cobre que hay posiblemente sean de los lugares más duros para trabajar; por el clima, las condiciones del trabajo, y la presión que tradicionalmente han ejercido sus propietarios. Estas minas han sido focos generadores de movimientos sociales y luchas laborales. Recorriendo estos lugares durante su viaje de iniciación por América Latina Ernesto Guevara cobró allí conciencia de las desigulades sociales y radicalizó su compromiso. Tras su paso por Atacama nació la leyende del Ché.
Pero me llama sobre todo la atención que alguien pueda extraer de esa experiencia vital, que muchos considerarían incompatible con una vida plena, feliz o creativa, un elemento positivo, moldearlo a su antojo, y convertirlo en materia prima excelente sobre la que elaborar una obra literaria.
Letelier es una excepción, pero una excepeción esperanzadora. La que demuestra que el hombre sigue siendo capaz de elevarse sobre la dificultad, imponerse a un destino impasible y erigirse como vencedor frente a una lógica ante la que muchos sucumben.
Me quedo con esta frase: Éramos pobres como ratas y andábamos a patadas con los piojos, pero tuve la infancia más feliz del mundo porque el desierto era mi patio de juegos.
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