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SUMA DE LETRAS

A BOTAR

Lo que nos conmueve nos hace sentirnos vivos, incluso para sufrir. Lo que nos ilusiona nos alienta a seguir. Y los que nos da alegrías nos aproxima a la felicidad. No sé si este Mundial nos conmueve, nos ilusiona o nos da motivos para la alegría, pero sí creo que es el único estímulo positivo que a mucha gente le va a hacer vibrar después de tantos meses tiritando.

Yo, que nunca he sido un buen aficionado, creo que ni siquiera aficionado, me entusiasmo con el estusiasmo de los demás. Hasta me dejo contagiar plácidamente porque pienso que a ver si de una vez por todas me inoculo el virus del balón, y me animo a saltar, a gritar y a sentir el alma de la Roja. Estoy tan cansado de desgracias sin alma, y de desgraciados sin rostro conocido, que espero impaciente ese alma salvadora y reconocible.

Quizás porque siempre he sido ajeno al poder narcotizante del fútbol, deseo más que nunca sentarme ante el televisor y evadirme siguiendo el rastro de una pelota que bota entre veintidos pares de piernas. Quizás sean las únicas patadas en mucho tiempo que nos deparen alegrías, y no una cura de urgencia.

Las otras patadas, las otras pelotas que no dejan de botar siempre sobre nuestras cabezas, y los otros entrenadores que sudan la camiseta a costa de los demás, son de equipos que juegan siempre en casa y a veces con el árbitro comprado. Uno se sienta a ver el partido y al primer minuto ya se siente expulsado. Tarjeta roja. O te pitan fuera de juego. Quieres internarte por el área, como si fueras un delantero temerario y antes de llegar a mitad de campo, zancadilla y al suelo.

Y no deja de ser una paradoja que ese juego sucio me empuje al otro juego que no sé si es más limpio, pero si más divertido. Al menos habrá oportunidad de que la zancadilla se la lleve otro, y el gol lo celebres como tuyo. El patio no está para fiestas, así que entiendo perfectamente que la gente esté impaciente y esperanzada. Nos espera un Mundial. Botarán los buenos, y no será sobre nuestras cabezas.

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