LOS SONIDOS DE LA VOZ
Se llama Salvador Arias, se aproxima a los 90 años y tiene un pasado digno de su voz. Todo eso lo sabía cuando hablé con él. Le llamé por teléfono, y al otro lado, el mío, surgió la sopresa. Era la voz que había escuchado, admirado y recordado. Y había dado vida a la imagen que había visto, admirado y recordado. Salvador Arias, además de muchas otras cosas, fue el doblador al español de Orson Welles.
Era su voz solemne pero amable la que pronunció "Rosebud" y desde entonces nunca una palabra significó y cambió tantas cosas. Era su voz grave y rítmica la que giraba en la noria del Prater de Viena y hacia de la maldad, virtud. Era su voz seductora la que encandilaba a Rita Hayworth en "La dama de Sanghai", la mujer fatal víctima de ella misma. Y era también la voz rota y furiosa que daba vida al borrachín corrupto en "Sed de mal".
Mientras hablaba se materializaba el eco de todos esos personajes encarnados en una voz. Su sonido llegaba nítido, quizá algo quebrado, pero conservaba el matiz imperecedero de una voz poderosa, el registro de una voz modulada acostumbrada a imponerse a las demás. No podía evitar pensar que esa voz me acompañó muchas nochas y muchas horas, que gracias a ella me emocioné, me desvelé y empecé a soñar en blanco y negro.
Ya no imaginaba a Salvador al otro lado, sino a un mofletudo Welles caracterizado de Ciudadano Kane mientras repartía influencias y compraba voluntades. Al despedirme pensé que si Welles viviera seguramente tendría esa voz. Le hubiera gustado. Sería como no haber envejecido nunca.
0 comentarios