LA MAYORÍA SILENCIOSA
La mayoría silenciosa se siente pero no se manifiesta. Como un espíritu invisible, su presencia sólo se materializa en las elecciones y las encuestas.
La mayoría silenciosa no se define, no sabe o no contesta, no peca de partidismo, ni vibra con unas siglas, ni tampoco se le conoce carné alguno.
La mayoría silenciosa tiene voto, un voto indeciso, y voz, pero no siempre se escucha.
La mayoría silenciosa se refugia en la indefinición, no sé si por cansancio, pasotismo, o aburrimiento. Es un enigma para los estadistas y los escrutadores de opinión, conscientes de que sus proyecciones siempre están condicionadas a la última palabra de esa multitud que suele callar.
Pero la mayoría silenciosa ayer no calló. No fue silenciosa. Salió y tomó la calle decidida a expresarse clara y nítidamente. Su voz era un coro de gritos y vítores, una voz múltiple que coreaba un mensaje único: gracias.
La mayoría silenciosa sabe dar las gracias, es evidente. Lo hizo por todo Madrid, como unas horas antes lo hizo en toda España ante el televisor. Y el agradecimiento, creo yo, no cumplía únicamente con el tributo al campeón. Yo intuí un homenaje espontáneo a muchas otras sensaciones: a la alegría por el triunfo, a la ilusión colectiva generada, a una felicidad si se quiere efímera pero real, a la posibilidad de compartir todos un fin sin tirarnos los trastos a la cabeza, o a la naturalidad de saberse distintos pero unidos.
La inteligencia de la mayoría silenciosa siempre es sensible a los estímulos que de verdad le conmueven. Y al margen del resultado, conmovió el ejemplo del equipo: su actitud, su nobleza y su entrega. Chavales que no han cumplido los treinta dan lecciones que muchos quisieran observar en otros foros con señores de chaqueta y corbata que se disputan permanentemente el árbitro, el resultado y el partido.
La mayoría silenciosa sólo se moviliza en las grandes ocasiones. Después se refugia en su ostra perezosa y segura, al abrigo de la realidad y del telediario, a la espera de que otro chispazo de genialidad le haga creer y entusiasmarse; lo está deseando. Mientras tanto, recibirá con desgana al encuestador y éste anotará: no sabe, no contesta.
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