DOCE HOMBRES SIN PIEDAD
Residencia del embajador español en la ONU. Nadie hubiera pronosticado que en ella se forjaría la imagen que retrata una crisis, quizás una época y posiblemente la única foto imprescindible del archivo público de Rodríguez Zapatero.
La fotografía ilustra hoy la portada de casi todos los diarios. No es para menos. Parece una imagen anodina y, sin embargo, contiene todas las claves del naufragio en que nos debatimos desde hace dos años.
Toda buena fotografía es rica en detalles y en ésta resultan reveladores. La puesta en escena no desmerece la importancia de la cita. Una mesa sobria, un desayuno que no peca de frugal pero tampoco parece excesivo, unas flores neutras y la apariencia límpida de una reunión exquisita. Se diría incluso que el ambiente está bañando por el aroma del perfume masculino y que en él flotaran palabras educadas en voz baja. No hay ninguna mujer.
Las buenas imágenes retratan la realidad con una verdad simple. Se diría incluso que de ella trascienden palabras invisibles que sólo capta la retina sensible del lector. Podrían haber publicado la fotografía desnuda, sin texto adicional, y creo que la mayoría se habría compuesto un relato verosímil de lo que allí ocurría.
Vista con la perspectiva de los últimos meses, la imagen se multiplica en lecturas. En ella figuran rostros, nombres y firmas desconocidos para la mayoría. Juntos integran la aristocracia financiera global. Pocas veces se asiste a una reunión pública del auténtico lobby que decide políticas, hunde economías, cambia gobiernos o fija el valor de una moneda. Su poder es tan sombrío como efectivo, pero son plenamente conscientes de que sus fondos de inversión billonarios influyen más que el Boletín Oficial del Estado.
También cuentan en su haber, por supuesto, con la responsabilidad de la actual crisis, pero nunca temieron en verdad sus efectos. Una vez pasada la tempestad, han recogido redes y comprobado que los caladeros siguen intactos, incluso más expuestos que nunca.
Una segunda lectura sitúa entre ellos a un personaje ajeno. Rodríguez Zapatero acude como anfitrión pero muestra la actitud de un invitado. Los rostros lo expresan bien. Apenas fingen el desdén o el aburrimiento. Por supuesto, ningún reproche enturbia el clima cordial. Da la sensación de que la escena capta el momento en que el general derrotado rinde la posición al ejército vencedor, o que los profesores examinan la lección aprendida de un pupilo advenedizo.
Por supuesto, estas reuniones siempre concluyen educadamente. La discreción es norma de uso obligada en los confines de Wall Street. Pero hay una frase final, un balance nimio en boca del más célebre escualo. Acostumbrado a que sus palabras sean la biblia del especulador, Georges Soros dicta sentencia: “Ha sido una charla agradable”. Es suficiente.
Hoy todos respiran más tranquilos. EL Wall Street ha cambiado su beligerancia y dedica a Rodríguez Zapatero un elogioso artículo. El sónar afilado de los mercados ha captado perfectamente la señal sutil de Soros y compañía. El pupilo ha aprendido. Bambi ya se codea con tiburones y hasta hay quien, siguiendo el símil cinematográfico, lo ilustra con un título más apropiado: “Nuestro hombre en Madrid”.
Yo prefiero el blanco y negro de un drama que delata mejor la condición humana: “Doce hombres sin piedad”.
0 comentarios