LA MALETA DE CAPA
Hay fragmentos de la Historia que se resisten a disolverse en el pasado. Una vez tras otra irrumpen en el presente para recordarnos que existe un frágil lazo que nos ata al ayer. Siempre he imaginado que aquella fantasía romántica de la máquina del tiempo hubiera sido un artefacto prodigioso, tanto como temible, porque supongo que si ya resulta difícil vivir en una época hacerlo en dos debe ser empresa de alto riesgo. Pero el juego de dominar el tiempo ha resistido precisamente su propia inercia y nada hay tan constante en la Historia como el capricho de desandar los pasos que nos conducen al presente.
Hoy esa máquina se nos presenta real y mítica en una simple maleta. Su propietario era Robert Capa y contiene tres mil negativos inéditos en su mayoría sobre la Guerra Civil española. Hace meses se anunció el hallazgo, sepultado durante setenta años en una vivienda de México, y hoy El País desvela alguna de las fotografías que por primera vez ven la luz. Entre ellas hay un retrato desconocido de Federico García Lorca tomado en Madrid dos meses antes de su fusilamiento. El Centro Internacional de Fotografía en Nueva York acogerá desde mañana una muestra con la mayor parte del material recuperado y el mismo diario anuncia para el próximo suplemento dominical un amplio reportaje sobre el legado desconocido de Capa.
Pocas veces la Historia juega con nosotros como en esta ocasión y pocas veces se tiene la impresión como en ésta de que la Historia es un ente material y concreto que puede caber en una maleta. Resulta muy tentador imaginar una parte esencial de nuestro pasado contenida en negativos oscuros, viajando de mano en mano: de Capa al embajador mexicano en Francia y de éste a un familiar anónimo en México hasta quedar depositada en un desván inservible apilada junto a objetos de que los nadie se ocupó en siete décadas. A veces la Historia es así de caprichosa.
Viendo hoy la foto de Lorca, un retrato nítido y radiante, parecía que el pasado brotaba del papel periódico para aferrarse a unos titulares aburridos que nos hablan de un presente que se debate entre crisis y presupuestos. Y entre tanta letra menuda los ojos de Lorca miraban sonrientes, ajeno al fin próximo que ya se había dictado, mostrando la cotidiana normalidad de un poeta al comienzo del verano, con su presencia noble en blanco y negro, los colores del ayer, para decirnos que el pasado está vivo y habita entre nosotros. Hoy el periódico nos ha dado una gran lección de Historia, aunque quepa en una maleta.
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