EL SUEÑO DEL INCA
Pienso en Vargas Llosa y la feliz noticia del premio Nobel me devuelve un rostro agradecido: es la cara marcial y seria, la estampa uniformada y viril del capitán Pantaleón Pantoja. Desde Iquitos o desde la sierra el militar más célebre del Amazonas sostiene una sonrisa de anuncio, estupenda. Cuesta trabajo reconocerle. Han pasado 40 años. Pero no desmerece la edad. Al contrario; le añade solemnidad a un cuerpo concebido para arrastrar una leyenda. Pantaleón Pantoja y sus visitadoras fueron tan reales como la ficción que Vargas Llosa añadió para hacer de un recorte periodístico un ejercicio divertido de talento literario.
Cuesta más imaginar el rostro mancillado del dictador dominicano. El Chivo nunca fue fotogénico. Pero también él, que tanto hubiera hecho en vida por eliminar al autor de la novela, tiene mucho que agradecerle. Su nombre perdura gracias al retrato veraz que Vargas Llosa realizó sobre la dictadura de Trujillo. Le habría ignorado, expulsado o asesinado, pero hoy mantiene una deuda de gratitud: nunca un Nobel había escrito su biografía, aunque fuese para reflejar el expolio que protagonizó.
Ninguno de ellos fue Sir, ninguno de los personajes de Vargas Llosa fue espía, ni aventurero, ni navegó el Congo con Joseph Conrad, ni compartió con él la visión del corazón de las tinieblas. Roger Casement sí. Y Vargas Llosa le ha vuelto a situar en el lugar del que la historia le desbancó. Desde las páginas calientes, recién impresas, de la nueva novela de Vargas Llosa, Roger Casement reclama un espacio propio en el universo de los personajes imposibles. También él, que fue diplomático, viajero, escritor, poeta, conspirador, defensor de los derechos humanos, espía, traidor, reo y carne de horca, sonríe desde el pasado para celebrar una doble alegría: para su regreso no pudo encontrar mejor padrino.
También se celebra en la ciudad de los perros, en el colegio Leoncio Prado, en la Catedral, en la Casa Verde, en los Andes que recorre Lituma y en los que no, en el gabinete de la tía Julia sin escribidor, hasta se conmueve la niña mala, y dicen que el eco ha llegado incluso a los sertones lejanos de la Amazonía donde un día estalló la guerra del fin del mundo.
Puede que hasta ese otro gran mago que se le anticipó en la concesión del Nobel haya olvidado que un día se enemistaron para recordar que antes habían sido íntimos amigos, y quizás, sólo quizás, García Márquez celebre en la intimidad que algo más les une. No sólo la buena literatura.
Si Vargas Llosa tuvo un sueño es posible que hoy se haya cumplido. Alguien dirá que sólo se cumplió un vaticinio que ya anticipaba el título de su nuevo novela: ”El sueño del celta”.
“El sueño del celta” sale a la venta el próximo 3 de noviembre editado por Alfaguara
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