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SUMA DE LETRAS

EL DISCRETO ENCANTO DEL SECUNDARIO

EL DISCRETO ENCANTO DEL SECUNDARIO

No se me ocurre otra palabra más apropiada para definir a Manuel Alexandre que la de entrañable. A mí siempre me lo pareció. Entrañable sobre el escenario, ante las cámaras o simplemente en la mesa del Café Gijón en la que todas las tardes comulgaba con el rito de la tertulia y el café.

Alexandre pertenecía a esa extraña clase de personas que tienen ganada de antemano la simpatía de la gente. Su aspecto arrancaba una sonrisa cómplice por el mero hecho de asistir al despliegue de su encanto natural: la sonrisa tímida, los ojos melancólicos, la mueca de bondad que afloraba sin esfuerzo, la voz reconocible y dulce, lenta como una caricia en el aire.

Fue el secundario por definición, el actor alejado del primer plano que conseguía imponer su presencia discreta a fuerza de talento. Uno podía no recordar el título de la película pasado un tiempo, u olvidar quién la dirigió, pero siempre recordaba que en ella trabajaba Alexandre, ese actor mayor de voz inconfundible que llenaba la pantalla y espacios en nuestro recuerdo.

Tuve la suerte de verle alguna vez aunque nunca le traté. Le veía sentado en su mesa de siempre, junto al ventanal desde el que Madrid se presenta como un escaparate de luces y sombras, con los ojos glaucos fijos en el cristal y la taza de café entre las manos. Solía acompañarle Álvaro de Luna. Por la tertulia pasaba mucha gente, y Alexandre parecía en la distancia un atento oyente. No hablaba demasiado.

Tenía fama de avaro y mujeriego, y parece que la reputación era merecida. La acreditada soltería de Alexandre no procedía de un supuesto recelo hacia las mujeres, sino de todo lo contrario: le gustaban tanto que no podía limitarse a una sola. Su apego por el dinero es herencia de otros tiempos, años difíciles en que la vida de un actor se desenvolvía entre la pobreza y el teatro itinerante.

Se ha ido un grande. Queda su imagen, su voz, y un espacio vacío en un café que fue su segunda casa. La primera siempre fue el escenario.

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