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SUMA DE LETRAS

LAS PALABRAS JUSTAS

Siempre suele cumplirse la máxima: quienes más hablan son quienes más deben callar. Hay personajes públicos con una habilidad especial para decir lo que no deben y hacerlo sin pudor. Es más, cuánto más chirría el exabrupto más orgulloso parece su autor de encarnar tan elevada seguridad en su propio discurso. Entre los políticos esta especie no está en absoluto en vías de extinción. Por el contrario, parece propagarse con un riesgo de contagio directamente proporcional al rédito electoral que se le atribuye.

Hay especialistas en cultivar la prosa desafortunada. Esperanza Aguirre es sin duda una merecida maestra. Su verbo fluido oscila entre lo populista, lo chulesco y lo chabacano. Todo por la libertad de expresión. Ocurre que suele quedar tan encantada de lo que dice que sus oídos son incompatibles con otra libertad de expresión que no sea la suya. Los pitidos para otros son música celestial; para ella, una descortesía que merece la censura. Si una entrevista le parece comprometida, la libertad de información se convierte en un peligroso ejercicio de parcialidad contra su persona. Ahí están los casos de Germán Yanke y Ana Pastor. Esperanza Aguirre gusta de la expresión llana y la palabra precisa. Se proclama sincera. Pero si a ella se la etiqueta con la claridad que reclaman sus ideas niega la mayor: ella es liberal, no conservadora. Bien.

En los juegos de palabras las trampas suelen volverse contra los tramposos. Vienen a ser los que más hablan quienes más deben callar. Gerardo Díaz Ferrán abusa, sin duda, de un concepto pobre de los demás. Te llama tonto en la cara y cree que te ha dicho las verdades del barquero. La última perla cultivada (trabajar más y cobrar menos) del bueno de Gerardo merece un estudio en profundidad sobre la mente atormentada de la que aflora. Freud no sabría si esta frase o aquella otra de comienzos de la crisis (hay que interrumpir el capitalismo temporalmente) corresponden a un soñador o a un sonambulista.

Cierto que la política es un género apto para la fantasía. Zapatero se crece en Ponferrada y vaticina nuevas victorias propias, futuros fracasos ajenos. Quizás sea un exceso de optimismo o la visualización de otro sueño. Pero, en todo caso, la prudencia parece una virtud escasa en tiempos de zozobra. Lástima, porque es cuando más se necesita.  

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