LA MUJER SIN MIEDO
“Se llama Marisol Valles García y solo escribir su nombre provoca respeto y miedo”. Qué gran inicio para una gran historia. Así comienza el artículo que hoy publica EL PAIS sobre la nueva jefa de policía de una pequeña ciudad fronteriza mexicana llamada Praxedis G. Guerrero. El nombre parece lo de menos porque lo importante es su ubicación. El municipio, de 3.400 habitantes, se encuentra muy cerca de Ciudad Juárez, en pleno valle de Juárez. Marisol Valles García, a sus veinte años, es la autoridad policial de uno de los lugares más peligrosos del mundo, un enclave asociado al horror desde hace muchos años. Sólo el año pasado murieron en Ciudad Juárez 2.600 personas de forma violenta, casi tantas como habitan el municipio donde Marisol Valles debe hacer cumplir la ley.
La llaman la mujer valiente. Es criminóloga y está casada. Ha aceptado el puesto que muchos han rechazado. Y no lo ha hecho por ambición, sino por responsabilidad, porque alguien debía hacerlo. Lo dice con humildad y sin que aparentemente le acose el temor o la duda. Es muy probable que todos esos miedos circulen secretamente por su mente, pero sabe disimularlos. En el municipio vecino hace unos días mataron al comisario de policía y su hijo.
La mujer cuyo nombre provoca respeto y miedo se ha hecho una primera fotografía ante su mesa de trabajo. Su físico es menudo, casi frágil. Es morena y lleva el pelo recogido en una coleta. Usa gafas y su mirada podría ser la de cualquier joven ilusionada en su primer día de trabajo. Vista la imagen sin saber nada de ella, Marisol competiría con tantas funcionarias en una jornada laboral ordinaria: papeles, un ordenador, una bufanda, un bolso y un ligero desorden alrededor. Pero otros elementos nos advierten pronto del error: una porra policial cruza la mesa. A su lado, un micrófono. Detrás aparece una reja y un chaleco antibalas. En una esquina asoma una rosa.
Todos esos objetos parecen incongruentes, como si alguien los hubiera dejado allí por olvido o por error. Ninguno de ellos concuerda con la estampa delicada de Marisol. Observada en su conjunto, la escena no predispone al miedo sino al respeto, incluso a la ternura, porque asusta imaginar cada una de las jornadas con las que la voluntariosa Marisol deberá convivir. Incluso asumiendo el riesgo, aceptando que la suya es una tarea heroica, resulta imposible ponerse en su piel sabiendo que estará en la diana de asesinos provistos de fusiles AK-47.
Sin embargo, Marisol no parece arrepentida. En otras fotos se muestra tranquila y hace gala de un coraje prudente. Sin ser temeraria, se ajusta al sobrenombre que ya ha merecido: la mujer valiente. La mujer cuya realidad supera toda ficción.
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